LA UNIVERSIDAD.
Hoy
como ayer la Universidad se presenta con una nota singular y exclusiva: es la
institución de cultura y educación de orden superior, es “un centro
incomparable de creatividad y de
irradiación del saber para el bien de la humanidad” , como expresa en su
introducción la Constitución apostólica
“Ex corde ecclesiae” . Por ello, es la institución de investigación y
creación de la cultura, que goza en la búsqueda de la verdad en todos los
ámbitos del conocimiento.
La vida universitaria se fundamenta
en la investigación que realizan sus
profesores para penetrar con profundidad en el área disciplinar o de la
especialidad, y en los hábitos de estudio superior que se tratan de formar
progresivamente en los alumnos. La formación de hábitos y de habilidades para
la investigación es esencial en el ámbito académico universitario. Profesores y
alumnos para poder acrecentar y actualizar constantemente los conocimientos
necesitan poseer con soltura los métodos de investigación del propio campo del
saber, al par que un hábito de estudio profundo, guiado por el amor a la
verdad. “Es en el contexto de la búsqueda desinteresada de la verdad que la
relación entre fe y cultura encuentra su sentido y significado”, sostiene Juan
Pablo II en el mencionado documento.
El desarrollo de los hábitos de
indagación enriquecen a la persona del investigador y contribuyen a su continuo
perfeccionamiento. El esfuerzo por el estudio no es vano; al contrario, deja
ver el beneficio en la obra lograda para bien de la humanidad.
La dedicación a la investigación
requiere, por parte del investigador universitario, una capacidad de
resistencia ante las solicitudes o llamados de la acción. Esto no significa dar
la espalda a las reales necesidades de servicio a la sociedad sino priorizar
tiempos y dedicaciones, en razón del valor de la creación cultural y de la
propia contribución al perfeccionamiento integral de los hombres.
En nuestro país, “promover el
desarrollo de la investigación” es uno de los objetivos de la educación
universitaria, explicitado en el artículo 4 de la ley de educación superior. La
investigación debe constituir el marco de sostén de la docencia universitaria y
potencializar las actividades de formación de investigadores tanto en el
claustro docente, en la comunidad de la cátedra, como entre los alumnos y
graduados.
La investigación que incluye los
aportes actualizados de la propia especialidad, a nivel nacional e
internacional, y las relaciones interdisciplinares, constituye una de las
fortalezas que debe cuidar la docencia universitaria.
Es bien conocido que muchas
universidades sólo posibilitan investigar a quienes ya se desempeñan en la docencia,
como un modo de facilitar la formación profesional en la disciplina académica
en la cual van obteniendo mayor especialización. Sin embargo, es necesario
tomar conciencia de que la institución de educación superior debe posibilitar a
todos los miembros del claustro de profesores la participación en proyectos de
investigación, también a quienes se inician en la carrera docente
universitaria, ya que la fuerza o fortaleza de la docencia dependerá, en buena
parte, de la posesión de la verdad investigada.
Si bien el valor de la investigación
es claro y evidente a nivel teórico, las casas de altos estudios no han llegado
a concretar el sueño de formar investigadores sistemáticamente, es decir, a
través de una carrera propia en la investigación. Y también son escasas las
unidades académicas que cuentan con proyectos o incentivos para la labor
investigadora. Estas limitaciones o debilidades de corte institucional no deben
opacar los esfuerzos realizados en forma personal por muchos docentes
universitarios, pero deben constituir un llamado a la implementación de
acciones concretas en un área esencial.
Investigación y docencia superior.
La investigación constituye uno de los
ejes esenciales. Ser un estudioso del propio campo disciplinar del saber es
condición necesaria para la docencia; condición necesaria pero no suficiente,
dado que también es imprescindible la adquisición de competencias específicas
en torno a la comunicación didáctica del
saber.
Saber bien aquello que se quiere
enseñar no basta. Se necesita saber codificar los contenidos desde la
perspectiva pedagógico-didáctica. Se necesita poseer estrategias metodológicas
adecuadas para la trasmisión del saber. Esto no significa una fría tarea
racional y técnica de obtención de ciertas competencias metodológicas
cognitivas, ya que la finalidad de la educación universitaria es la formación
integral de la persona del alumno, aunque en la labor inmediata prevalezcan las
acciones de corte intelectual y académico.
El rol profesional del docente universitario exige la integración de la investigación y de la docencia, ambas con un nivel de excelencia,
de modo tal que ser un buen investigador no sea excluyente de ser un buen
profesor. Al contrario, el buen profesor incluye al investigador de su
especialidad al par que denota la posesión de las competencias propias para la
intervención en la enseñanza.
Son variados los estilos de docencia
superior pero en todos ellos el docente debe asumir el rol mediador entre la
cultura propia de su campo disciplinar y el estudiante que la tratará de
comprender y asimilar. La mediación del profesor se centra en la promoción y el
acompañamiento del alumno en su proceso de aprender; una mediación con sentido
de presencia, que acompaña y actúa intencionalmente en vistas de lograr un
perfeccionamiento en el alumno, valiéndose de la enseñanza de los contenidos de
la cultura superior especializada.
Muchas de las intervenciones que
realiza un docente en la clase son fruto de las investigaciones de temáticas de
su campo disciplinar, conjugadas con sus experiencias en el aula, y armonizadas
por su capacidad de comunicabilidad didáctica. Otras intervenciones las elabora
creativamente en razón de las ocasionales preguntas, acotaciones y aportes que
realizan los alumnos.
El docente en todos los niveles
educativos pero en forma especial en el ámbito universitario debe formarse en
una pedagogía de la comprensión, que
va más allá de la posesión del conocimiento y de la información porque apunta a
capacitar a la persona para que pueda realizar cada vez más complejas
actividades de comprensión y para que pueda aplicar el conocimiento que posee.
Un profesor competente, en una buena
presentación didáctica, incluye formas dialogadas junto con las
expositivo-explicativas que permiten sistematizar y dar fundamento al saber y a
los puntos de vista sobre éste. Algunas actividades de comprensión son
corrientes en la Universidad, tales como: la explicación argumentativa, la
justificación, la comparación, la enunciación, la práctica reflexiva, la
ejemplificación, la contextualización, la generalización, entre otras.
Progresivamente el profesor debe
lograr mejores niveles de comprensión dentro del propio contenido cultural,
apelando a representaciones potentes que hagan las cuestiones más comprensibles
para el alumnado.
Los actos de enseñanza y de
aprendizaje transcurren en el aula, en el laboratorio, o en el ámbito más adecuado según el propio
saber, y adquieren una configuración singular, según la comprensión docente de
la operatividad de la clase.
Las inter-actividades entre docentes
y alumnos o las de los alumnos entre sí que se suceden durante las horas de
clase posibilitan ir concretando las intenciones educativas. Para que esto así
ocurra es fundamental que el docente anticipe las exigencias intelectuales
teóricas o prácticas de las acciones que realizarán los alumnos.
En ocasiones, en el aula se ponen de
manifiesto las debilidades del docente en su accionar didáctico o en la falta
de suficiente conocimiento psico-socio-pedagógico de las actividades a
implementar para facilitar la comprensión o la retención del saber.
Así, por ejemplo, aún falta en la
docencia superior una reflexión y una valoración acorde acerca de las ayudas
que brindan los organizadores de la información, ya sea configurados
conjuntamente con los alumnos durante el desarrollo de la clase, o presentados
ya estructurados, con el empleo de algún medio tecnológico. Los organizadores
ayudan a dar claridad y precisión a las explicaciones de los docentes, sobre
todo en aquellos campos del saber en los cuales los procesos cognitivos tienen
preponderancia. Una explicación clara y precisa, apoyada en una buena
presentación de la red semántica, ofrecerá mayor eficacia educativa que una
pura exposición.
También es muy importante para la
operatividad de la clase que el profesor explicite los procesos de pensamiento
que deben realizar los alumnos para aprender mejor cada tipo de contenido. Cada
día el docente debe ser más conciente de los hábitos y habilidades que pretende
formar en los alumnos, y de los vínculos entre los procesos cognitivos y los
contenidos del saber. Esto significa que las rutinas que establece el docente
durante la clase deben dejar de ser ciegas y pasar a inscribirse entre las
prácticas didácticas bien fundamentadas, con conciencia de los procesos
cognitivos recíprocos para alcanzar las intencionalidades educativas que se
propongan.